Arte budista

(c. 600 a. C. -700 d. C.)

Para hablar sobre la historia del arte budista, habría que remontarse a más de dos mil quinientos años atrás. En la India, los artistas de entre el año 600 y 500 a.C., comenzaron a crear un vasto compendio de símbolos e íconos para difundir las enseñanzas de Buda, influenciados enormemente por la cultura grecolatina.

Todo en el arte budista se refiere a la vida del profeta, guiado por la explicación de las experiencias de Siddhārtha Gautama, el maestro espiritual y cabeza del budismo. La religión se extendería, posteriormente, desde el norte de la India hacia el centro, el este y el sur del Sureste Asiático.

Las representaciones primigenias de Buda, no lo muestran en su forma humana. Más bien, se presenta como un símbolo, que puede ser una flor de loto, un asiento vacío, o unas huellas lo que denota su presencia.

En un principio, los artistas crearon relieves y pinturas planas y estilizadas para acercar a los fieles al verdadero entendimiento de la religión, a los fines de lograr, finalmente, la iluminación.

El rostro de la serenidad

La imagen original de Buda con forma humana fue elaborada, aproximadamente, en los últimos años del siglo I de nuestra era, en una región enclavada en la India conocida con el nombre de Gandhara.

Se trata de una zona paridora de un arte con clara influencia grecolatina, sobre todo por el realismo con el cual se representa a Buda en las tallas, normalmente con el cabello separado en pequeños rizos, y ataviado con togas y joyas romanas, a la usanza de Apolo.

Los artistas adoptaron el estilo narrativo vivo y realista del arte romano, cada vez más con mayor vehemencia y profusión. Aunque, no obstante, lo mezclaron con el simbolismo de su arte anterior, para darle un carácter más individual.

En otras zonas de la India, los artistas comenzaron a interpretar libremente la figura de Buda. Aquel arte surgido en Gandhara, influyó en la escultura de Mathura, una ciudad ubicada en el norte de la India y, de allí sus ideas permearon a regiones de China, Corea y Japón.

En esa reinterpretación de Buda, los creadores lo muestran con el cuerpo hinchado “por el aliento de la vida” (prona), con una sempiterna túnica drapeada y colocada sobre el hombro izquierdo.

No obstante, curiosamente, en el sur de la India, Buda solía representarse con una túnica drapeada sobre el hombro derecho y semblante serio, un estilo que se extendería hasta Sri Lanka.

Con el correr del tiempo, las imágenes de Buda se convirtieron en la forma más popular para representar el budismo. Los símbolos originales continuarán apareciendo, pero ya no se consideraban esenciales.

Buda meditando, siglos IV-VI

El imperio Gupta

También conocido como “Edad de Oro”, el período Gupta se extendió entre los siglos IV y VI en el norte de la India. Una época de inventos, de avances y de descubrimientos en la ciencia, la matemática, la ingeniería la astronomía, la filosofía y el arte en general.

Son incontables las obras de arte inspirados en una imagen ideal de Buda, que combinaba elementos del arte de Gandhara y Mathura. Los Budas Gupta, tienen el cabello rizado y los párpados caídos, es decir, son los arquetipos en los que se basarán las futuras generaciones de artistas en toda Asia para representar la figura de Buda.

Independientemente de la forma escogida para representar a Buda, este siempre va a aparecer mostrándose sereno, con las manos colocadas en una posición simbólica. No obstante, el cabello recogido sobre la nuca y su toga, viraron hacia un estilo indio más tradicional.

Enseñanza religiosa

El arte budista se concibió como una herramienta de enseñanza espiritual, al igual que cualquier otro arte basado en las enseñanzas religiosas. Era este el vehículo utilizado para captar la atención de los fieles, difundir entre ellos la palabra y ayudar a la meditación a través de su complejo simbolismo.

Esto debía llevar al despertar espiritual. Pasados algunos siglos, surgiría una nueva forma de budismo, con un aumento en su panteón de dioses y rituales aún más complejos. Así, junto a Buda, comenzaron a aparecer nuevas deidades.

Las mismas eran representadas sin convenciones, al principio. Sin embargo, con el tiempo, algunos elementos reconocibles fueron repitiéndose hasta que se volvieron inalterables y, por ende, fundamentales.

Su constante repetición obedecía a la intención de lograr que el espectador se identificara rápidamente con la idea central que subyace al budismo, a través de la transmisión, estimulación y reforzamiento de sus creencias.

Los Bodhisattvas: seres iluminados

Bodhisattva es un término proveniente del sánscrito que quiere decir bodhi (iluminación) y sattva (ser), es decir, son individuos iluminados, con una enorme sabiduría, que aspiran emular la vida y acciones de Buda. Su intención es ayudar a quien más lo necesite.

Es así que, un Buda posee una sabiduría y compasión ilimitadas. Un bodhisattva, por lo tanto, será capaz de soportar cualquier sacrificio con tal de ayudar a todos los seres vivos, humanos o no.

Son representados, generalmente, como individuos bellos y jóvenes, con un aspecto que los acerca a la divinidad, ataviados con joyas y sedas exóticas, normalmente demostrando felicidad, serenidad y calma.

Proporciones perfectas

Sin importar el estilo, las imágenes de Buda siempre expresan armonía y serenidad. Para lograr ese efecto, los artistas se ceñían a un sistema estricto de proporciones físicas ideales, que todos debían respetar.

Independiente del tamaño de las imágenes de Buda, grandes o pequeñas, estas se adherían igualmente a las proporciones preestablecidas. Un elemento esencial para el arte budista, puesto que, la perfección en la dimensión representa uno de los diez atributos o poderes de Buda.

Una idea que se lleva a la práctica es más importante que una idea que existe sólo en tanto que idea”.

Buda

Una vez que el budismo se dio a conocer y fue apoderándose de todo el continente asiático, comenzó a establecer relaciones simbióticas con otras culturas y estilos de representación de Buda, algunas diferenciadoras, otras, equivalentes.

Los matices y la gestualidad de las manos fueron dos grandes elementos que quedaron incorporados de por vida en el arte budista de otros países. Por ejemplo, la mirada simboliza la sabiduría, la flor de loto significa la evolución del alma, la cruz gamada, la buena fortuna y el bienestar.

El parasol prefigura la protección, y, por último, la rueda del dharma (o rueda de ley) representa las enseñanzas de Buda, que acompañan a los fieles en el camino hacia la iluminación.

También, cada color posee un significado universal en el arte budista. Según las creencias, los cinco colores (blanco, amarillo, rojo, azul y verde) ayudaban a transformar el espíritu, siempre que los espectadores meditasen basados en ellos.

Cada uno tiene un poder especial: el azul simboliza la calma y la sabiduría reflexiva, el blanco, el conocimiento y el aprendizaje, y el verde la energía vital, el vigor y la acción.

En conclusión, la búsqueda del arte budista es propiciar la meditación y la transformación espiritual del ser humano.